Llegué tan perdido como un niño en el primer día de colegio de su tierna infancia. No conocía a nadie. Todo me resultaba nuevo. El espacio, la gente, la profesora, el temario que íbamos a tratar. Me enfrenté al vacío desde la ilusión y las ganas de ser y estar. Me gusta escribir y mucho.
Cuando la profesora me preguntó por qué estaba allí, respondí: Necesito sentir, y eso hago al escribir.
Ella me contestó: Has venido al sitio adecuado. Bienvenido al Taller.
Y así empezó todo.
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