Ella usaba un lápiz verde y un cuaderno con adhesivos. Nunca leyó obra alguna, pero apuntaba todo lo que otros recitaban. Tampoco opinó sobre poesía o novela, sobre autores o géneros literarios, parecía no existir. Solo yo extrañé su presencia de niña pálida e inocente cuando no volvió al taller.
Cuando la volví a ver, meses después, ella presentaba su libro con los cuentos y poemas que recitamos en el taller. Su libro «de Pluma Verde» fue un éxito. El éxito que nos robaron.
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