Atada a un árbol me tienes, con las flores pidiendo florecer y las raíces a punto de romper, me tienes tallada en madera, en punta del amanecer. Me siento en soledad a esperar un llanto que me libere, a que el mar abra paso y me acurruque en un abrazo. Me siento seca, casi turbia viendo como dejas la mala hierba crecer. En mi melena arrastro las flores que nunca tuve, aquellas invisibles que solo mis lágrimas supieron cuidar.
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