Frente a mí, una inmaculada hoja de papel, y un negro lápiz, que se yergue y me pregunta, ¿qué haces tú ahí mirándonos? –Quiero escribir, no encuentro inspiración- le respondí. ¡Tómame! Dijo el lápiz. ¡Yo te conduciré! De pronto, hablo la hoja. ¡No lo permitiré!, no quiero que me manchen. Yo, sigo absorto. El lápiz le dice a la hoja, no te mancharemos, te cubriremos de palabras, para la posteridad, y serás apreciada por la humanidad. La hoja como buena damisela vanidosa, acepto.
OPINIONES Y COMENTARIOS