Apago mi rubio en el hall y entro al salón. Elijo un pupitre, me siento y observo a los que llegan. Un moreno de melena húmeda se ubica a mi lado y me mira de reojo. Me escruta y arremete diciendo que admira a las personas mayores que realizan cursos y se mezclan con jóvenes. Casi me echo a reír. Cuando el último alumno cierra la puerta, inspiro profundo. A gozar de este taller, me digo, mientras camino hacia mi lugar y me presento ante el grupo.
—Bienvenidos, soy Virgilio, su profesor…
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