Un relato rojo que no contenga la palabra rojo. Luego, otro de atmósfera crepuscular. Imposible. No sabes por dónde cogerlo. Quieres dejar el taller.
Hasta que, repasando los apuntes, descubres una clave y comienzas. Para el martes lo tienes. Es pura bazofia, pero es tuya y te has divertido.
En clase te sorprendes leyéndolo en público. El oficio empieza así y son tus compañeros, el profesor, quienes dicen la palabra. Quien escribe… escritor. Sin adjetivos, sin vergüenza. Y ya no lo dejas.
Nunca.
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