Quería pensar que a mis 40, podía pasar desapercibida pero mis ideas estaban re locas revoloteando como las endorfinas en un adolescente, que quiere dejar al descubierto sus emociones y como niños en recreo, salen unas encima de las otras sin imponer un orden. Crucé la puerta del taller de escritura que por fortuna no se reservaba el derecho de admisión y al cabo de unos días ellas, estructuradas, metódicas, exactas; salieron enfiladas y encontraron su destino y yo… encontré el amor.
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