–¿Son palabras las qué unen al mundo?
–No lo sé. Contestó con toda su energía.
Esa era la fuerza de sus escritos, apoyados para ese presente. Pero no soportaba las crudas palabras sobre ella.
¡Si parecía conocerla con sólo leer entre renglones!
Esta suplicaba por su estructura. Él no resistía la idea de dejarla. Todo un espiral de locura, sin respeto, ni vergüenza. Cogió su cuerpo y frenético por sus gritos ensordecedores, la dejó inerte sobre el estante, mientras luchaba con sus credos vanos…
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