Mis pasos resuenan por el pasillo como letras mal tejidas que se salen de la cuartilla: disonantes, apresurados. La puerta chirría y da paso a una voz. Las hojas pasan de mano en mano suplicando indulgencia al bolígrafo. Y los ojos leen ávidos, las manos trasiegan en un campo bien labrado que ha abierto sus cercas para que siete braceros y un capataz arranquen las malas hierbas que impiden que el relato espigue.
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