Quiso cambiar el mundo con palabras. Las rebuscaba, las entresacaba del rimero informe de las letras. A punto de engarzarlas en la frase definitiva, la frase que lo cambiaría todo, aparecía una sombra dañina, como niebla espesa que lo aturdía: la duda.
Y se unió a otros locos que, como él, no entendían la vida sin la cadencia suave de un poema de amor, sin la conmoción del drama, sin viajar a lomos de una novela y juntos aprendieron a crear sus propios mundos y, quizá, cambiaron el de todos.
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