Continué esperando en el coche…
No escuchaba aún su motor y distinguí bajar de las curvas a un Alfa Romeo lanzado entre los huecos de la espesura. Ahora sí encendí el portátil.
Reconocí a la conductora antes de la curva y pulsé con fuerza el claxon. Me miró, le sonreí, y perdió el control en el charco de aceite hasta hundir brutalmente el frontal contra un tronco.
Ella me miraba y vomitaba sangre. No es la muerte como la describen.
Comencé a escribir: Qué pasaría si…
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