Iba tarde, y el coche compartido me estaba esperando. Pensaba que sería un viaje largo y que tendría que hablar con mi compañero de viaje, aunque no me interesara hacer amigos. Eran apenas las cinco de la mañana, y el mundo exterior aún parecía dormido. El hombre que me acompañaba, de alrededor de 38 años, contrastaba con mis 29.
Cuando el coche llegó, el cielo permanecía oscuro, y un denso manto de niebla nos rodeaba, creando un ambiente casi surrealista. Bajé las escaleras rápidamente y abrí la puerta del coche con un ligero crujido, el sonido se perdió en el silencio envolvente de la mañana. El aire dentro del auto estaba impregnado de un leve aroma a café y algo de desodorante, un recordatorio de la rutina matutina de alguien, me senté en el asiento del copiloto y le sonreí, tratando de romper el hielo. «Hola, soy Zabo. Supongo que eres mi compañero de viaje». Él se inclinaba sin mirarme a los ojos, comenzó el viaje.
Mientras él conducía, se detuvo en una gasolina para comprar café, y yo aproveché para buscar algo de comida. Desde la tienda, vi cómo pateaba el motor con frustración. Al salir, los empleados nos informaron que arreglarían el coche pronto, así que tuvimos que esperar. Mi compañero, visiblemente molesto, se aparcó cerca y decidí preguntarle sobre su vida.
Me reveló que estaba tramitando su divorcio y que hacía ese viaje para visitar a su hija. Al preguntarle por qué se estaba divorciando, me contó que ambos habían sido infieles, su pareja le había engañado con su amiga y él con prostitutas.
Luego, me preguntó sobre mí. Le conté que viajaba para ver a una vieja amiga que atravesaba una ruptura por infidelidad y que era literato y mitógrafo. Poco después, el auto estuvo arreglado y continuamos el viaje. Al subirse, me confesó que se había dado cuenta de que su pareja le robaba.
Le mencioné que mi amiga también le hacía lo mismo a su marido. Al preguntarle el nombre de ella, me dijo que se llamaba Francis, lo que resultó ser una inquietante coincidencia, ya que era el mismo nombre de mi amiga. Ambos quedamos sorprendidos al darnos cuenta de que hablábamos de la misma persona. Ese descubrimiento creó un silencio incómodo, pero también nos acercamos, y pensé en la posibilidad del regreso juntos, y claramente aceptó y eso sería un viaje más.
OPINIONES Y COMENTARIOS