Valentín pasó a quinta velocidad; yo en primera, pensando en la guía básica sobre gordofobia. 

Me digo: después el vademécum, ahora relataré..

Viajo encogido detrás de Valentín. A mi lado, el «sargento García». Puedo mirarlo sin moderación, «él no oye ni ve»; usa audífonos y gafas oscuras. Por segunda vez viajo en este fiesta de Valentín. Ahora mismo el coche no tiene asiento para copiloto, el vacío lo llenan almohadones que soportan los varicosos pies descalzos del gordo; quien con su voluminoso ser, invade mi espacio.

Digo a Valentín: ¡Debiste buscar a García!

─Si se parece al sargento y se  llama Bernardo─ habló y soltó la risa Valentín.

.─Mientras no tire pedos ni oiga que hablamos, soportaré─dije.

─Pensaba que lo conocías. A la gorda Berta la conoces.

─¿La del poodle blanco? La mujer del barbero sordo─pregunté y afirmé.

─Esa misma, pues el marido es éste gordo. Él trabaja en la cárcel de la pica, administrando alimentos.

─¡Desgraciado!, come todo y no deja para los presos─exclamé molesto.

─No te enojes, echaré un cuento. Fue ayer noche, Volvía con una pasajera muy habladora y me ofreció maní, dijo que eran cacahuetes húmedos. Extendí la mano derecha y los echó; tres veces. Cuando no hubo más cacahuetes húmedos, dijo: por falta de dientes no los como, ahora sólo chupo el chocolate que los recubre.

Solté una carcajada, ipso facto, el coche brincó desequilibrado. ¡Una llanta!

Vimos al tercer ocupante ¡ni se movió!

Bajamos y removimos varias bolsas negras en la maletera para sacar el repuesto.

─Cuidado con los cofres, son los polvos─me dijo Valentín.

─¿Polvos?─pregunté.

─Las cenizas de Berta Carrión, la mujer de Bernardo. Y su perrito, creo.

─No sabía que Berta murió. «P.L» puede ser, Perrito Lindo se llamaba. Creía que Pascual, el barbero, era marido de Berta.

─¡Su amigo íntimo!─Chismeó Valentín..

─¿Su amante?

─El quinto.

─¡Tantos!

Mas adelante, andando el coche, Valentín volteó para decirme:. 

─Otro cuento, José. Un alto ejecutivo me contrató con una condición. Que no pronunciase una palabra durante el viaje. A mitad del recorrido le devolví su pago ¡No aguanté!

Valentín se desternilló, perdiendo el control. El coche volcó y Bernardo infartó, tres horas después murió.

Nos repartimos los cofres, Valentín quedó con Berta, yo con Perrito Lindo. Terminado el viaje, eso creía; hasta que llamó Valentín.

─Aló, José. El perro  sigue vivo, quien murió fue Pascual López. ¡El barbero es tuyo!

Aquí tengo las cenizas del sordo, viendo donde lanzarlas; sin más palabras..

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