Todo iba mal.
La mañana gris, el tren que debía tomar estaba con dos horas y media de retraso por averías y no había vuelos que calzasen con la hora que me comprometí estar; definitivamente, no llegaría a la reunión de trabajo que había estado esperando diez años, en donde se iba a decidir si Alexander o yo tomábamos la Gerencia General de la empresa.
Como si no hubiese sido suficiente, me vino la regla. Claro, no podía faltar.
Efectivamente, todo iba mal; pero acá es donde entra la lógica perfecta de lo desconocido, de esas “vueltas” que da la vida y del famoso “todo pasa por algo”.
Tomé un servicio de taxi.
A la hora pactada, me recogieron; eso ayudó a que baje un poco mi nivel de cortisol. Viajaban, en el asiento de atrás, Rubén y Juan, yo iba adelante. Eran hermanos, les fascinaba viajar por el mundo, ahora les tocaba España y estaban decididos a disfrutar todo de ella.
La conversación era muy agradable, los dos eran inteligentes y educados, regalaban un ambiente encantador.
Susana, la conductora, se encargaba de hacernos sentir como en casa. La situación marchaba acorde al plan, pero todos ignorábamos lo que sucedería.
Una imprevista tormenta, con posibilidad de descargas eléctricas, obligó a toda la carretera a parar por precaución; nadie contaba con ello, escapaba de las manos de todos.
Atrasamos nuestros compromisos, algunos de ellos con pésimas consecuencias, al menos para mí.
La reunión decisiva no esperó por mí.
En medio de la tragedia, me alegró tener a Rubén y Juan de compañía, conversamos largo y tendido, aliviaron mi ansiedad, me obsequiaron consejos que, en el momento, no pensaba tomar, intercambiamos números de teléfonos y la naturaleza, algo más calmada, nos permitió culminar el viaje.
Alexander llegó a ser Gerente General de la empresa en donde yo trabajaba. Un mes después, decidí analizar los consejos que aquellos chicos me dieron y di el salto, renuncié.
Rubén, Juan y yo nos volvimos grandes amigos, fui su guía en Madrid el tiempo que estuvieron acá, fueron mis guías cuando nos encontramos en Portugal, estuvieron presentes en la inauguración de mi negocio, el que pensé que jamás lograría tener, y mi vientre anda formando un nuevo amor, una nueva vida, una perfecta ilusión.
Rubén será el padrino del bebé y Juan y yo nos casamos el próximo mes.
¡Qué bueno fue perder ese tren!
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