Tras unos días intensos en el trabajo, decidí hacer una escapada de fin de semana. Necesitaba ‘encontrarme’ o, simplemente huir de la civilización por unos días. Yo sola, en mi casita del pueblo, rodeada de naturaleza, paz y tranquilidad. Ese era mi plan…
Publiqué mi viaje en BlaBlaCar, ya que nunca viene mal que te paguen el viaje unos desconocidos. Aunque, sinceramente, no me apetecía nada socializar. Bueno, de hecho, me suele dar bastante pereza hablar con gente que no es de mi entorno. Si fuera por mí, la aplicación se llamaría Car, a secas.
En fin, por desgracia para mi o, por fortuna para mi bolsillo, conseguí reunir a dos viajeros un tanto peculiares que querían pasar el fin de semana en la montaña, durmiendo al aire libre y alimentándose de lo que les proporcionara el bosque, me dijeron.
Lo entendí mejor cuando me explicaron que se ‘habían pasado’ al movimiento hippy hacía relativamente poco. La verdad que, aparentemente lo parecían. Llevaban sus rastas, ropa ancha y reutilizada y olían a planta medicinal. Lo que viene siendo el ‘hippy starter pack’, vaya. Si queréis imaginároslos mejor pensad en Johnny Deep haciendo de Jack Sparrow, pero sin el sombrero pirata.
También me contaron todo orgullosos que, se habían hecho minimalistas. Sin teléfonos móviles, vestimenta limitada… Y que, además, ahora eran veganos, para reducir el consumo cárnico.
A mí eso me parecía muy bien, pero no pararon durante todo el trayecto de hablarme del tema. Como si yo fuera culpable del sobreconsumo de la sociedad o algo así. Pero bueno, finalmente llegamos al pueblo y me alivié un poco al pensar que nuestros caminos se separaban. Porque vaya viajecito…
Parecía que por fin comenzaba mi fin de semana de relax cuando se desató una tormenta intensa. Sin embargo, en qué me podía afectar a mí, si yacía tan tranquila en mi salón junto a la chimenea. Pues no tardaron en aparecer estas dos almas, estremecidas y asustadas pidiéndome refugio, ropa seca y un teléfono para pedir que les vinieran a recoger cuanto antes. Obviamente no tuve más remedio que acogerles e improvisar algo de cenar con el embutido y el queso que había traído.
Fue curioso porque, por fin los había conocido tal y como eran, y no cómo simulaban ser. De hecho, ellos también se dieron cuenta de que detrás de esa personita borde, había alguien con un buen corazón.
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