Un viaje inolvidable

Un viaje inolvidable

Edu Córdoba

03/11/2024

Era una mañana de lunes como cualquier otra, con la diferencia de que esta vez mi Berlingo estaba en el taller y me tocó usar una aplicación de compartir coche para ir al trabajo. Me subí al vehículo, un utilitario bastante apañado, y saludé a los pasajeros con un tímido «hola». Ya había una chica con gafas de sol, un tipo trajeado mirando su móvil, y un chico con una camiseta de un grupo de metal. Todo normal. O eso pensaba.

El conductor, al que llamaré Paco, parecía simpático. Sonriente, con bigote y una camiseta de “Me encantan los lunes”. ¡Qué optimista! Pensé. Demasiado…

—¡Buenos días a todos! —dijo Paco—. Hoy vamos a tener un viaje lleno de sorpresas, amigos.

La chica de las gafas de sol se removió en su asiento, visiblemente incómoda. El tipo trajeado ni levantó la mirada del móvil, y el metalero parecía encantado. Yo, por supuesto, no tenía ni idea de lo que se venía.

Paco puso música a todo volumen. Pero no cualquier música. Era una mezcla extraña de mambo y reguetón. Los bajos vibraban en el asiento, y de repente, Paco gritó:

—¡Karaoke time!

El chico metalero empezó a seguir el ritmo con la cabeza, y Paco, sin dudarlo, nos pasó un micrófono de esos que hacen eco. Un micrófono. Yo no podía creerlo. ¡Un karaoke móvil!

—¡Vamos, chicos! ¡A cantar! —dijo, sin quitar la vista de la carretera.

—No sé si… —empezó a decir la chica, pero Paco ya había seleccionado la primera canción: «Despacito».

El metalero tomó el micrófono como si fuera un dios del escenario y empezó a cantar con una voz gutural, transformando la suave melodía de «Despacito» en una especie de himno oscuro. Yo intentaba no reírme, pero era imposible. La situación era tan surrealista que hasta el tipo del traje levantó la vista y sonrió.

—¡Tienes talento, hermano! —dijo Paco, emocionado—. ¡Pero espera, que ahora viene el «Danza Kuduro»!

Así transcurrieron los siguientes 20 minutos, con el coche convertido en un festival rodante. Todos terminamos cantando (bueno, más o menos) y riéndonos a carcajadas, excepto la chica de las gafas, que se puso los auriculares y desapareció en su propio mundo.

Cuando llegamos a destino, Paco nos miró por el retrovisor.

—¿Volvemos mañana? —preguntó con una sonrisa.

—Ojalá — me dije a mi mismo—, pero estas cosas solo suceden una vez en la vida…

FIN

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS