… y no eran muchas las posibilidades de que ocurriese algo extraordinario.
A las tres de la tarde me subí en el éter-móvil. En esa época, los vehículos particulares como los éter-móviles o la vainas de transporte no-lineal eran los preferidos de la mayoría para largas distancias; y aunque existían aerobuses, las gentes disfrutaban en mayor medida de la experiencia del viaje compartido.
Después de que el conductor y yo entrechocásemos nuestros dedos índices para el reconocimiento interpersonal y el traspaso de información, comenzó la marcha. Sin embargo, algo singular llamó mi atención.
– Disculpe, pero creo que está usted yendo en dirección contraria a nuestro destino – le dije.
– ¿Está seguro de eso? – me preguntó.
– No. No realmente. Pero diría que Mega-City está en la otra dirección.
– Fíjese. Si hubiese ido directamente hacia nuestro destino, habríamos llegado rápidamente. Sin embargo, y he aquí la paradoja, de llegar pronto estaríamos recorriendo una distancia considerable, independientemente del tiempo. Si escogemos esta alternativa y vadeamos el quiebro en el continuo espacio-tiempo que visiblemente se encuentra frente a nosotros, es muy probable que lleguemos antes, aunque tardemos más. ¿Comprende usted?
– No.
– Permita que se lo explique. Piense en la fábula de Esopo. Hay que perseverar, no apurarse – se pavoneó, sin dar explicación alguna.
– ¿Y qué relación tiene eso con la curvatura espaciotemporal y ese vórtice de ahí enfrente?
– Piénselo detenidamente.
Valoré la pregunta. Las afrancesadas maneras del conductor daban a entender que: o bien estaba fuera de sí, o bien el vórtice que frente a nosotros teníamos no era el típico agujero de clase Z, sino una genuina brecha espaciotemporal.
En cuestión de minutos, y sin apenas darme cuenta, llegamos a destino.
– Pero ¿qué hazaña es ésta? ¡Qué fabuloso acontecimiento! ¡Acabamos de viajar en el tiempo!
– Y en el espacio, monsieur.
Y, frente a las innumerables posibilidades que vaticinaban la normalidad y el aburrimiento, algo extraordinario ocurrió en un viaje.
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