El olor a cuero nuevo de los asientos, a verdura y pan de la compra de mi compañera en este viaje compartido, una señora de labios maquillados rojos y un abrigo largo que evidencia el paso de muchos inviernos, contaba con añoranza una historia de amor que vivió con un chico de un pueblo cercano al suyo, resaltando que este tipo de transporte antes no lo tenían y que el se desplazaba en bicicleta para verla durante las tardes de verano.

La ventanilla un poco abajo, el olor a madera quemada en el aire se mezcla con el olor al bocadillo de chorizo que el conductor lleva para merendar, seguro lo había empacado su mujer con mucho cariño antes de que el saliera para este viaje, “siempre es bueno llevar algo que comer, no sabes el camino que pueda traer”, repetía mi tía la que nunca salió de casa.

El sonido de las ruedas del coche al pasar por algún charco en carretera y en el fondo alguna estación de radio con mala señal donde suena a medias una canción que me recuerda un amor que tuve hace mucho tiempo, nunca se lo dije y aveces pienso en lo que pudo haber pasado si hubiese tenido la valentía para expresárselo.

La mirada del conductor a través del retrovisor me generaba amistad, debe ser entretenido escuchar miles de historias de quienes son tus compañeros de viaje, unos callados y otros más conversadores, algunos divertidos, más de uno pensativo y otros soñadores, pensar que podemos intercambiar tantas historias y risas en un viaje a casa o a cualquier lugar.

El cielo está azul, un par de nubes sin forma lo decoran, a la derecha hay un bosque de pinos y a la izquierda un paisaje montañoso que me recuerda el lugar donde nací, me gusta soñar y viajar y todo esto lo pienso durante mi viaje en bla bla car.

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