Amanece el día extraño, con resaca del tsunami de información que llega desde nuestro destino Paiporta, Valencia. Desconocemos tanto mis acompañantes como yo lo que nos vamos a encontrar.
Los recojo en Lérida, son majos, se presentan; uno de Colombia y otro de Argentina, jovencitos, vienen a España a encontrar una oportunidad más digna para vivir que lo que les depara en sus países.
Tres personas con un mismo destino, pero muy diferentes motivos. Santiago vuelve después de tres meses trabajando en una obra, le espera su hijo recién nacido y su mujer. Nos enseña la foto muy emocionado, es su primer hijo; Mateo ilusionado va a reencontrarse con un hermano al que no ve hace años y yo regreso a mi casa de unas vacaciones que llegaron tardías para tener noticias de mi familia al estar incomunicados sin luz.
Nuestro destino ahora es algo incierto, durante el viaje apenas podemos conversar de otros temas, aunque todos hacemos intentos por desviar un poco la atención, nerviosos, apesadumbrados y con mucho miedo. No obstante, ambos agradecen poder viajar a su destino con Bla Bla Car
porque todos los medios de transporte estaban inhabilitados.
Paramos a descansar, llevo a mi perra y la pobre tiene sed, se ha acostumbrado enseguida a su compañero de viaje y la verdad que es un alivio enorme.
Durante el trayecto encontramos un control, nos hacen abrir el maletero, llevamos muchas maletas-“Muy cargados” nos dice el agente que revisa. Nos hace sacar todo para verificar que está todo en orden y nos pregunta a cada uno qué llevamos dentro. Comienzo con las mías, ropa y las cosas de la perra. Mi acompañante, ropa y una maleta con productos de primera necesidad, agua, mucha agua; Mateo en cambio una pequeña mochila con lo mínimo. Al preguntarnos si algo más, Santiago contestó: Llevamos ánimo, fuerza, aliento, apoyo y un enorme no estáis solos.
La situación es devastadora, coches destruidos, todo lleno de barro, imposible acceder. Nos acercamos todo lo que podemos con el coche, nos queda un trayecto aún más largo, pero decidimos hacerlo juntos también, caminando. Por suerte todos llegamos a casa después de caminar largo rato.
No tuve noticias de mis acompañantes hasta que nos encontramos en la calle. Otra vez unidos, no por un mismo destino sino por una misma causa: Nos unimos a la marea de escobas solidarias y al grito de “EL PUEBLO SALVA AL PUEBLO”.
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