Era una mañana soleada cuando Julen, Antonio y yo emprendimos nuestro viaje hacia las montañas. Les acababa de conocer y decidimos compartir coche para hacer el trayecto más ameno y económico. Con la música a todo volumen y risas resonando en el coche, nos adentramos en un camino rodeado de frondosos bosques.
De repente, al dar una curva, frenamos en seco. En medio del camino, un oso enorme estaba comiendo algunas bayas. Yo, que iba al volante, quedé paralizado de la sorpresa. Julen, sacó su cámara para capturar el momento. Antonio, nervioso, susurró: «¿Qué hacemos ahora?»
El oso levantó la cabeza, nos miró fijamente y, para sorpresa de todos, se acercó al coche. Julen, con una mezcla de miedo y emoción, tomó fotos rápidamente. El oso olfateó el capó del coche, se rascó la espalda contra un árbol cercano y volvió a sus bayas como si nada hubiera pasado.
Yo, con manos temblorosas, encendí el coche nuevamente y, muy despacio, retomamos el camino. La tensión se disolvió en carcajadas nerviosas y comentarios sobre nuestra»nueva amistad» con el oso. Antonio no podía creer lo que acababamos de vivir y decía entre risas: «¡Lo que faltaba, un oso en nuestro viaje!»
Continuamos nuestro camino, pero ahora con una historia increíble para contar. Al llegar a las montañas, compartimos la anécdota con los demás, quienes nos miraban incrédulos. Julen mostró las fotos como prueba y todos estallamos en risas y aplausos.
Ese día, la aventura de encontrar a un oso se convirtió en el tema central de todas las conversaciones. Julen, Antonio y yo no solo llegamos a las montañas con más aventuras por vivir, sino que también nos llevamos una experiencia inolvidable y un recuerdo que siempre nos hará reír.
Desde entonces, cada vez que surge un viaje, me pregunto en broma: «¿Y si esta vez encontramos un oso?» 🐻🚗🎉
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