Kilómetros de memoria

Kilómetros de memoria

El coche tenía un estado perfecto a primera vista. Su conductor se presentó como Alberto. El cómodo comienzo de conversación se trasformó en un silencio que intenté rellenar con algo. Con el triple de experiencia que yo, se mostró opaco sobre su pasado. A duras penas logré sacarle un poco de información.

«Bueno, Alberto,» dije, esforzándome por mantener la conversación, «si no quieres hablar de ti, cuéntame algo sobre el coche.»

Alberto sonrió levemente, una sonrisa que no llegaba a sus ojos. «Kilómetros… muchos..» Se quedó mirando fijamente la carretera, como si estuviera reviviendo cada uno de esos kilómetros. «He visto amaneceres en la costa y atardeceres en la montaña. Este coche ha sido mi compañero de aventuras.»

Intrigado, le pregunté: «¿Y cuál ha sido tu aventura más memorable?»

Alberto suspiró. «Cada día es una nueva oportunidad para descubrir algo, para conocer a alguien. Pero si tuviera que elegir una… creo que fue cuando crucé los Alpes en pleno invierno. La nieve cubría todo, la visibilidad era casi nula. Fue una experiencia límite, pero también una de las más bellas que he vivido.»

Asentí, impresionado por su relato. Había algo en Alberto que me fascinaba. Su tranquilidad, su sabiduría, y al mismo tiempo, ese misterio que lo rodeaba.

El hombre se volvió hacia mí, su mirada intensa. «Buscaba algo, no sabía muy bien qué. Quizás la felicidad, quizás la libertad. Pero nunca lo encontré.»

Sus palabras me sorprendieron. No esperaba una respuesta tan profunda. «Y ahora, ¿qué buscas?»

Alberto sonrió irónicamente. «Ahora… busco un lugar donde descansar. Un lugar tranquilo donde pasar los últimos años de mi vida.»

Asentí, sintiendo una punzada de tristeza. Me di cuenta de que, a pesar de su apariencia jovial, Alberto era un hombre cargado de experiencias y de un pasado que lo había marcado profundamente.

Alberto estacionó el coche en lo alto de un acantilado, con vistas al mar. ‘Este es el final’, dijo en voz baja, más para sí mismo que para mí. Sacó un pequeño objeto de su bolsillo. ‘Esta llave abre la puerta a mi siguiente aventura’. Antes de que pudiera preguntar algo más, se volvió y se adentró en la bruma, desapareciendo de mi vista. Me quedé allí, solo, con la llave en la mano, sintiendo una mezcla de tristeza y asombro. ¿Cuál sería mi siguiente paso? ¿Seguiría buscando respuestas o simplemente dejaría que el misterio se desvaneciera?»

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