Soledad compartida

Soledad compartida

MAR DEL CASTILLO

02/11/2024

El camino de Santiago había llegado a su fin. 

Fue sola pero siempre estuvo acompañada; una soledad compartida, como el título del libro que le compró a aquel caminante. 

Pero ahora era momento de volver a casa y Mara sentía una gran nostalgia.

Había ido a Santiago en su coche con la idea de recorrer algunas ciudades de Galicia al terminar el camino, pero decidió no hacerlo en el último momento. Sintió que su viaje acababa en Santiago junto a sus nuevos amigos.

A la mañana siguiente se despertó en el albergue, se tomó un café y se dirigió hacia su coche, aparcado cerca de la Universidad de estadística. Allí había quedado con 3 personas más. El primero en llegar fue un chico cordobés que había hecho el camino primitivo y como ella, había esperado un día más para viajar debido a las tormentas. Al rato llegaron 2 chicas; una francesa y otra estadounidense. La chica francesa llevaba 1 mes recorriendo el camino portugués y la otra hizo el inglés.

El camino hacia Madrid era largo y todos estaban muy cansados. El calor que aún mantenía su intensidad en aquella mañana de primeros de septiembre y el sol golpeando en la luna delantera, provocaba como de forma mecánica unos grandes bostezos en la conductora.

El chico cordobés le contaba sus batallitas en el camino para que no se rindiera a Morfeo como ya habían hecho las chicas sentadas en el asiento de atrás.

Apenas sin voz por el cansancio, ella le contaba también sus hazañas y juntos revivían sus caminos, como si ese viaje en coche fuese una extensión del camino de Santiago. Después de 6h llegaron a la capital. Y tocaba volver a despedirse de personas que acababa de conocer. Ella sentía que era una pena no volver a ver a aquel chico. Espero que se vuelvan a cruzar nuestros caminos -dijo él- al despedirse. Ella asintió, sabiendo que eso sería improbable.

Estaba exhausta, aparcó con las últimas fuerzas que le quedaban y antes de salir del coche, vio en el asiento del copiloto un papel. Lo cogió extrañada y descubrió que se trataba de la compostelana de aquel chico ¿un descuido o una señal? -pensó-. Quién sabe si esto sería una continuación del camino y el inicio de muchos viajes en blablacar Madrid-Córdoba perdurando así la magia de ese encuentro. Sonrió.

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