No
había casi despuntado el alba y ahí estaba esperando en Atocha
Nuria. De pelo rubio ensortijado, de unos 25 años (calculé), más o
menos de mi edad; con una camiseta blanca de tirantes, donde se
adivinaban unos pechos breves y turgentes.
Tras
la presentación y los dos besos de rigor, nos pusimos dirección
Cullera. Eran las 6,30 horas de la mañana de un más que probable
día caluroso de julio.
Empezamos
a entablar conversación. Nuria empezó con una batería de
preguntas:
“¿Eres
de Madrid?” “Sí”.
“¿Vas
de vacaciones a Cullera?” “Por unos días, a un apartamento que
tienen mis padres”.
“Yo
también voy a un apartamento que alquilé con dos amigas que se
fueron el viernes y como mi jefe no me dio el fin de semana libre,
pues me toca ir hoy lunes”.
Nuria
no para de hablar y preguntar.
“¿Utilizas
mucho Blablacar? Yo es es tercer viaje que hago”.
“¿Sueles
quedar tan pronto?, mejor porque así evitamos el calor”.
Preguntaba
y a veces ella misma se respondía. Nuria además de habladora se la
veía muy pizpireta y jovial. Me contó muchas cosas de ella, yo
también algunas sobre mí.
La
verdad es que conectamos enseguida, sobre todo a raíz de un
infortunado incidente; un pajarito que se estrelló en el parabrisas
del coche y quedó enganchado en el “limpia” del lado del
copiloto.
Nuria
reaccionó ante semejante susto cogiéndose con ambas manos de mi
brazo derecho, a lo que yo también sobresaltado por lo ocurrido,
paré y bajé del coche para quitar el susodicho pájaro.
Nuria
estaba muy nerviosa, a la vez que me pedía disculpas por su manera
de reaccionar, porque pensaba que podía haber ocasionado un
accidente por cogerme del brazo mientras conducía.
No
lo quise yo dar mayor importancia y unos minutos más adelante
paramos para tomar algo, Un refresco de cola para mí, Nuria, para no
acentuar su nerviosismo prefirió uno de limón.
Volvimos
al coche, con Nuria ya más tranquila. Antes de arrancar espeta: “¡un
mosquito!”, a lo que yo a la vez que doy una palmada con ambas
manos atrapando al díptero en cuestión digo “pues aquí en mi
coche los mosquitos mueren entre aplausos”.
Nos
reímos, me miró y me dio un beso, al que yo la respondí.
Llegando
a nuestro destino, quedamos de vernos durante las vacaciones, a las
que siguió un relación que diez años después aún contínua.
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