Camino al aeropuerto en San José, un chofer de Uber me relataba sus hazañas como jugador de fútbol profesional. Acostumbrado a viajar y a escuchar relatos de choferes, no presté mucha atención a sus palabras, hasta que me dijo que él había jugado con el ídolo de mi vida.
En ese momento, el viaje cambió para mí, ya que no hay persona que sepa más de él que yo, y el solo hecho de escuchar una anécdota original hizo latir mi corazón. Sobre todo porque, desde que murió, solo se repiten las anécdotas más conocidas, y en ese instante estaba a punto de recibir una perla de información que podría atesorar para el resto de mi vida.
Le pedí que me contara todo lo que recordara. La conversación se avivó con tantos recuerdos, especialmente uno: cuando me dijo que, en una charla de vestuario, mi ídolo le había confesado que, en un momento de su vida, había pensado en dejar de jugar, pero que un hincha, con una frase, le había devuelto las ganas de seguir.
Mi ansiedad estaba a punto de llevarme al colapso; jamás había escuchado de estas intenciones. Al contrario, siempre creí que su único propósito en la vida era patear una pelota dentro de un campo de juego. Que él, el máximo exponente de este deporte, hubiera dudado en abandonarlo me parecía increíble.
Le rogué que me contara cada detalle de ese momento: en qué año, dónde estaban, por qué creía que pensaba en eso y, sobre todo, que tratara de recordar la frase exacta que le había dicho el hincha.
Con gran fortuna para mí, al chofer le encantaba conversar y tenía una memoria prodigiosa, por lo que me relató con lujo de detalles cómo se fue gestando ese momento. Incluso me describió las pausas y los silencios que se hicieron presentes durante la conversación.
Les cuento con franqueza, jamás disfruté tanto un relato como en ese viaje. Fue tan impactante que, cuando lo recuerdo, vuelven a mí los aromas que iba sintiendo a medida que recorríamos los kilómetros hacia el aeropuerto.
Casi llegando a la zona de partida, girando el volante para estacionar, hizo un silencio para que el ruido del avión no interrumpiera su relato y me dijo lo que el hincha le gritó. Aún hoy me estremezco al pensar que el grito de mi padre, aquel día, cambió la historia del fútbol.
OPINIONES Y COMENTARIOS