LA MAGIA ESTABA ALLÍ

LA MAGIA ESTABA ALLÍ

Raúl Castañón

01/11/2024

La mejor aplicación incluye sorpresas. Imprevistos memorables a veces. Astrid y Rubén pueden dar fe. Contactaron por BlaBlaCar para volver a Madrid desde Asturias, adonde habían viajado por separado y sin conocerse. Rubén se subió en Oviedo al Toyota híbrido de Astrid, copilotando y departiendo con mutuo agrado durante el viaje. Pararían en un pueblo al sur de León para recoger a Etelvina y a Marcelino, un matrimonio de edad a quien le gestionó el pasaje uno de sus hijos; Astrid tenía la máxima puntuación en conducción y en simpatía, y estaba convenientemente verificada como usuaria, así que mucho mejor un blablacar que un engorroso combinado de trasportes públicos. Astrid y Rubén les colocaron amablemente el equipaje en el maletero. El matrimonio se sentó atrás, manteniéndose en ese silencio respetuoso de antes, de cuando en casa ajena solo hablabas si te preguntaban. Dijeron que iban a Salamanca a casa de una hija necesitada de ayuda y compañía a consecuencia de un accidente. Hasta Salamanca ya eran pocos kilómetros, pero Astrid les dijo que avisaran si precisaban parar antes. Le recordaban a sus padres y quería que viajasen cómodos, en todo.

El viaje siguió sin novedad hasta la capital del Tormes y Astrid los acercó al domicilio de su hija. Etelvina y Marcelino quedaron muy agradecidos y se despidieron con bendiciones, deseándoles lo mejor a Astrid y a Rubén, que ya continuaron hasta Madrid sin pararse. Rubén se apeó en el intercambiador de Moncloa, deseándole a Astrid lo mismo que el matrimonio, pero multiplicado por dos. En la radio sonaba una canción mientras tanto. Una balada que hablaba también de despedidas. Siempre estáis allí, un clásico de Barón Rojo.

Cuando menos se espera, sucede lo esperado en secreto. Sí, eran los dos de Madrid, pero Madrid era enorme. Y sin embargo, allí estaban. Astrid y Rubén, destinados a encontrarse de nuevo. Sucedió al poco tiempo, en las fiestas de Alcalá de Henares. Casi no podían creérselo, pero terminaron viendo juntos un concierto. Sobre el escenario tocaban versiones y cuando tocó versionar cierta balada, los dos supieron que estaban allí por algo; algo muy especial. La canción que los había despedido en el coche hablaba también de continuaciones y de emociones sin final. Era su canción, la banda sonora de un amor sobre ruedas. Por algo siguieron estando allí, conviviendo, y con los viajes serían ellos el matrimonio.

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