Un viaje interminable

Un viaje interminable

Sofia Gonzalez

01/11/2024

De noche la carretera es peligrosa pero Román la conoce como la palma de su mano. Estamos viajando hace 4 días, nos dirigimos hacia su poblado. Nos turnamos el coche por la mañana a mi y el por la noche. Odio la ruta de noche me parece tan peligroso por las curvas mortales que contiene, ya me siento claustrofobico aquí dentro. Siento que el aire se me agota al igual que la paciencia. 

No soy una persona viajera, no  me agrada esto de no estar en mi campo, con mis animales, mi granja. Y lo peor es el optimismo de mi primo que hace 4 dias, 6 horas y 11 minutos que me dice falta menos. Se hace extenso el camino y las nauseas empiezan a aparecer. Le digo que aparque donde sea y cuando frena el auto. En ese envion, me lanzo de cabeza abriendo la puerta. Román me habla pero no puedo escucharlo, estoy aturdido y en un microsegundo vuelvo en si y le digo esto de viajar no es lo mio primo.Con una sonrisa de oreja a oreja me convence de subir y prometerme una gran cena cuando lleguemos.

El calor se hace intenso y bajar la ventana no lo resuelve del todo, ya estoy odiando esto, necesito refrescarme pero él, el no hace mas que contar historias de su auto heredado por su padre y los viajes que ha hecho, de repente se escucha un ruido y comienza  a hacer un traqueteo extraño que nos deja varados en medio de la nada, abundan esas plantas con pinchos, el sol arriba nuestro y ayude a cargar gasolina a este cacharro viejo amado por mi primo hermano.

Empezamos nuevamente viaje, esta vez manejaba yo y controlando la temperatura del auto en cada momento ibamos, propuse parar a refrescarnos y en eso Román me interrumpe diciendo que faltan 20 kilometros. Le propuse hacer una parada técnica para tomar agua, cargar mas combustimble de reserva y partir viaje. Paramos en una estacion de servicio abandonada pero que aún funcionaba. Domingo de 85 años atendia, prepara los mejores sandwichs de la región, el dolor de cabeza y el mal humor se habian calmado un poco. Despues de unos lujosos veinte minutos, seguimos, arriba de el amado auto de mi primo. 

La ruta infinita, el sol que quemaba el techo del auto sin contemplaciones. Román, sus historias y yo en el auto.

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