Kilómetros de Aventura en el Cupra Formentor

El Cupra Formentor blanco brillaba bajo el sol de media mañana mientras arrancaba con dirección a un destino que, según el GPS, estaba “a solo tres horas y quince minutos”… hace como dos horas. El copiloto era Pedro, un chef obsesionado con la “pureza de ingredientes”. Desde el primer kilómetro, no había dejado de hablar de las bondades del cardo silvestre en la dieta moderna. Detrás de él iba Alba, una influencer de 22 años que había traído una bolsa repleta de pañuelos, por si acaso alguien, incluida ella misma, se emocionaba de tanto compartir. Y a su lado, Don Jaime, un ingeniero jubilado con más historias que paciencia. “Este cacharro parece una nave espacial, ¿no creéis? En mis tiempos, los coches traían un solo botón… ¡y funcionaban!”

Pedro suspiró, resignado a escuchar más anécdotas del “siglo pasado”, pero de repente, el GPS hizo lo impensable: los guio hacia un camino rural, tan estrecho que el Cupra apenas cabía. “¡Esta aplicación nos quiere perder!”, exclamó Alba, ajustándose el cinturón como si esperara despegar de una pista de aterrizaje. Don Jaime, divertido, se acomodó: “Tranquilos, chicos. ¡Esto es lo que le da sabor a la vida!”

Con cada curva, el Formentor mostraba su agilidad, sorteando baches y piedras como si fuera un corredor experto. Entre risas, bromas y alguna que otra queja, el coche llegó a un mirador desde donde el valle se extendía en todo su esplendor. Alba, encantada, pidió al chef que posara para una foto con “mira reflexiva”. Pedro no pudo negarse, aunque insistió en que no se le viera comiendo “por el respeto a los ingredientes”.

Mientras Don Jaime se daba un paseo, el Cupra reposaba con elegancia, orgulloso de su resistencia en aquel paisaje verde e inesperado. Tras las fotos y unas bromas sobre quién habría durado menos en el camino sin el Formentor, volvieron al coche. De vuelta al asfalto, los tres pasajeros reconocieron algo casi mágico: aunque no conocían bien el camino, el viaje les estaba regalando una aventura para el recuerdo, digna de una buena historia.