Viernes, 9am, Eixample Barcelonés. Santiago espera de pie. Mira el reloj. Pasan 5 minutos de la hora acordada. Marta aparece con prisas.
- Perdone el retraso, me confundí de calle.
- Tranquila, aquí son todas iguales.
Suben al coche y Santiago arranca. Hay poco tráfico. Mientras dejan atrás la ciudad, se presentan y familiarizan. Santiago tiene 52 años, es arquitecto y va a visitar una obra en Zaragoza. Marta tiene 28 años, trabaja como creativa en una multinacional y va a pasar el puente en Lleida, en casa de una amiga. La conversación es animada.
- Me gusta tu energía. La gente que siempre sonríe merece un premio.
- Pues no se crea, últimamente…
- ¿Problemas en el trabajo?
- Ojalá.
Santiago no pregunta más, y se queda en silencio. Sin confianza es mejor no insistir. De pronto, Marta alza la vista hacia al retrovisor, donde se encuentra con los ojos de Santiago.
- Lo he dejado hace poco con mi novio. Hace una semana, exactamente. Llevábamos cuatro años juntos. Planeábamos casarnos, pero mira, ya ves.
- Es normal que te sientas hundida. Cuatro años son muchos años. Tómate el tiempo que necesites para el duelo. Sé compasiva contigo misma y abraza la tristeza cuando aparezca.
- Gracias, no es sencillo. Afortunadamente, ya he pasado la fase de negación. La vida no va como uno quiere, eso ya lo voy aprendiendo…
Vuelven a quedarse en silencio. A Santiago se le hace un nudo en la garganta.
- ¿Y usted? ¿Está casado?
- Sí… Bueno, lo estaba. Mi esposa murió hace dos años. De cáncer de colon.
- Lo… siento mucho.
- Tranquila, no hay que sentirlo.
- ¿Cómo… lo ha superado?
- Esto no se supera. Se integra. Es como una herida profunda. Puede curarse por dentro, pero siempre queda la cicatriz.
- Mi abuela decía que las cicatrices son marcas de la vida, señales de batallas superadas.
- Muy sabia, tu abuela.
- La echo mucho de menos. Pero bueno, centrémonos en usted. Aún es muy joven… puede encontrar alguien con quien rehacer su vida.
Llegan ya a su destino. Ninguno de los dos quiere que el viaje se acabe. Marta se baja del coche y Santiago le acerca su maleta. Ella siente que ahora pesa menos. Él hoy escoge un nuevo camino.
Se despiden con una sonrisa que sabe a abrazo.
Hoy no importa tanto el destino.
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