Media jornada como secretaria del ayuntamiento. Menos da una piedra o unas piedras. Este pueblo, el de mis abuelos, está lleno de ellas. Dispongo de casa, heredada, con fachada de adobas, que no son piedras, y tejado de losas, que sí lo son pero llanas. Todo muy auténtico, salvo por la aplicación para compartir coche y aliviar gastos. De marca blanca, como mi cesta de la compra.
Primera parada. Doña Teresa, mujer del alcalde, el antiguo taxista.
-Llegas tarde jamía. Tu abuelo era puntual como un clavo.
-Porque era carpintero y más de un día se quedó en tierra por la impaciencia de su marido. Suba, aún tenemos que recoger a Severiano.
-Pues me pongo delante, ese, no conoce el agua.
-¿Cómo lo sabe?
-Solo hay que abrir su contador. Mi Teresita es la alguacila. Principio de mes, irá a comprar vino.
-Tardísimo llegas Sabina.
-Me llamo María don Severiano
-María de casa Sabina, pues Sabina.
-María y gracias. Suba por favor. La culpa del alcalde. Tiene el tractor cruzado en la calle Alta, y he tenido que dar la vuelta por la Baja para llegar hasta plaza.
-¿Os creéis los amos?
Teresa, aguantando la respiración, calla y otorga.
Tercera parada. Fina de casa Caminero. La recogeremos a la salida del pueblo, en O Picón.
-Buenos días Fina. ¿Dónde vas con esas flores?
-Para pasar por el cementerio.
-No nos va de camino y tengo alergia al polen.
-No haber llegado tarde urbanita. Los claveles son para tu abuelo. Era mi padrino y hoy es su aniversario.
-Si a ella la llevas al camposanto, a mí, a la ermita. Quiero rezar un novena a la virgen. Hoy me dan los resultados.
-¡Aachiiss! ¡Aachiis! !Aachiis!
-¡Jesús!
-Gracias.
Salimos.
-¿Está enferma doña Teresa?
-Tú mira a la carretera, que en la capital no tenéis estas curvas.
-No se ponga así señora alcaldesa.
-Cada uno en su casa y Dios en la de todos. Por cierto, tienes goteras en la tuya.
-¿Cómo lo sabe?
-Me lo ha dicho Carmen la de Felipe. Tiene llaves.
-¡Adiós tío Jorge!
-¡Adiós tío Jorge!
-¿Por qué se despiden de un piedra?
-Es un monolito rocoso, inculta. Da suerte.
-Para por aquí Sabina. Voy a abrirle el riego a los maíces y a cambiarle el agua al canario.
Una hora para hacer cinco kilómetros y llegar a la carretera general.
Me lo dijo el señor cura:
-No te instales imitaciones.
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