Yo era un estudiante de primaria en una pequeña escuela pública en el centro de la ciudad. Siempre hacía el viaje de ida y de vuelta a pie con otros compañeros que vivían en el mismo barrio que yo. Eran los años 70s y las calles de la ciudad eran muy tranquilas con poco tráfico de vehículos.

Salíamos a las cinco de la tarde del turno matutino. Y una vez que ya iba de regreso a casa, un carro blanco se detuvo junto a mí. Era el taxi de mi padrastro que iba en dirección a mi barrio y quería acercarme a casa.

Yo iba en el asiento trasero y vi como una mujer le hacía señas para que parara. Era una pasajera, eso fue lo que pensé. Ella entró sin saber quien era el pequeño pasajero que iba atrás y, sin mucho pensarlo, y le estampó al conductor un buen beso. El conductor quiso esquivarlo pero fue tan repentino…

El quiso disimular la escena y alguna señal le dio, porque la dama empezó a actuar como si lo viera por vez primera. Pero ya había metido la pata.

La escena del carro blanco, tenía hasta ese momento tres protagonistas, mi padrastro, la mujer del beso y yo. Él se las ingenió para que no se uniera un cuarto protagonista: Mi mamá.

Él quería evitar una guerra. Y la dama, toda una actríz, se despidió con un » ¡Adiós papá! Y sabrá Dios que le contó él a mi mamá porque la guerra no llegó. En cambio, él me invitabaa helados y toda chuchería que él sabía que me gustaba con la condición de que nunca le hablara a mi mamá de » su hija» porque , según me dijo, a mi mamá le molestaba que él se viera con ella.

A pesar de mis siete años de edad, yo sabía que aquel tipo de besos solo los enamorados lo escenificaban. Así lo veía yo en las novelas venezolanas de esos años, donde Lupita Ferrer y José Bardina hacían esas escenas.

Pasaron los años y nunca olvidé la escena del taxi, la que nunca entendí porque era un chico de escuela primaria.

Mientras crecía iba viendo algunas cosas que no capté de niño: En medio de aquello había sentimientos de celos, amoríos, infidelidad, manipulación y soborno y, en medio de esto, la inocencia de un niño. ¡Vaya con los adultos!

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