Ella a menudo se preguntaba que hacía viajando en BlaBlaCar cuando la media de edad era la de sus hijos. «Será mi vena aventurera?» se decía.

Un día contrató un viaje. Todo parecía normal: modelo del coche, buenas referencias, aptitudes al volante.. Llegada la hora, apareció un vehículo espectacular a la vez que sorprendente; una autocaravana! Su corazón se le aceleró. Una cosa era viajar en el coche de alguien desconocido y otra subir en su casa! Su intuición le dijo que parecía buen hombre y como había otro pasajero joven, decidió subirse a esa aventura que poco se imaginaba ella las sorpresas que le conllevaría.

El conductor le enseñó la casa, que era donde vivía. Como el joven ya iba sentado delante, a ella la convidó a sentarse en el comedor, algo que a ella le agradó. Empezaron el viaje con música y conversación amena. En un momento dado ella le preguntó si la música era bachata, que le gustaba pero no sabía bailarla. Al poco de esta conversación la autocaravana salió de la autopista y se dirigió a una estación de servicio. «Parará a reponer combustible», pensó ella. Pero no fué así. Estacionó, elevó el volumen de la música, fué al comedor y le dijo; «levántese que le voy a enseñar a bailar bachata. Soy profesor de baile». Ella se bloqueó y, cuando se dió cuenta, ya estaba bailando con un desconocido, en su casa caravanera y con un joven que los miraba tan atónito como ella misma. Terminó la canción y ella rechazó repetir con la excusa que les esperaban en su destino y reanudaron el viaje.

Repentinamente empezaron a llamar chicas; «cuándo llegas?, que ganas de bailar!, guárdame una bachata..»

Con la experiencia del baile y las llamadas singulares, ella decidió dar la mínima conversación posible el resto del viaje.

Entonces él empezó a parlamentar con el joven: «tienes novia?, trátala bien..» y luego se descaró: «tienes buen sexo?, sabes dónde está el punto G?»…

Ella disimulaba con su móvil pero su asombro iba en aumento.

Entre parloteos y llamadas, llegaron al destino. Una sensación de sosiego y libertad recorrió su cuerpo. Se despidieron y los pasajeros anduvieron unos metros juntos.

-Que viaje más extraño!, confesó el joven.

-Tranquilo ya estamos aquí. Caminemos y no miremos atrás, por si acaso! respondió ella.

Ella, que era yo, la escritora de esta historia real!

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