Siete de la mañana, llueve o diluvia, sin plantillas con los calcetines mojados, aunque, ahora, estoy dentro de un coche.
¿Llevas todo? Vuelve mamá a susurrarme en el subconsciente…
Mientras, el conductor habla de algo, el cual asentando varias veces la cabeza me permite ignorar la aburrida y plasta conversación y me da pié a evadirme en mí interior… La verdad, tengo mil cosas que pensar, antes de escuchar contenido sobre los viajeros que no pagan o algo así…
– ¿No cogiste las llaves de casa?. Preguntó afirmativamente el conductor.
Me puse a pensar en mil artículos por cada tres segundos y efectivamente, no, no había cogido las malditas llaves.
– Tampoco llevas el suero de las lentillas, ni esas plantillas que cambias constantemente de zapatillas en zapatillas, dijo tan tranquilamente sin emoción ninguna.
Comencé a medio reflexionar (demasiado temprano para mí) y este charlatán conductor lleva razón, no las tengo en la mochila tampoco…
Comencé a sentir ciertos escalofríos efímeros de mil colores por todo el sensitivo cuerpo, me quedé bloqueado física y mentalmente, literal, sin palabras, no entendía absolutamente nada.
– No sientas frustración por lo que te digo, no lo digo yo, me lo dice un susurro, el susurro que es el de tu madre, ahora baja, tengo bastante prisa, ya llegamos al destino. ¡Que vaya bien! Déjame un comentario positivo, ¡te lo agradecería!.
Así que, bajé del coche con una mirada emborrachada de mil ¿qué’s…? Interrogantes, dudas que, solo me permitieron sonreír a groso modo y lanzar un tímido, suave y agradecido:
– ¡Gracias, hasta luego, gracias!.
Sin llaves para entrar, y sin estar buscando una apresurada y viable solución a mí presente y al futuro más próximo, me detuve pensativamente en esa húmeda esquina de ladrillo visto y, con ansias de respuesta, comencé a indagar en mis emociones y dar comprehensión de las palabras que hace un rato citó aquel conductor, hasta que, comenzó a sonar una poética reflexión en mi consciente más fluido.
«Los viajeros que no pagan, llevan fuerte aroma a flor, no ocupan mucho espacio y cuán importante su misión, en esos viajes nos cuidan y brindan la protección, son quienes susurran a los viajantes y al conductor».
Por ende, sin descanso y sin cesar, cada vez que viajen, escuchen atentamente qué les cuentan y narran hasta un final, logrando así viajar mil veces, ¡mil veces maravillosas, más!.
¡Buen viaje, buena conversación!.
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