Kilómetros entre risas y miradas

Kilómetros entre risas y miradas

Estaba a punto de cancelar el viaje de Bla Bla Car cuando lo vi acercarse. Samuel, mi único pasajero, llegó corriendo con una mochila al hombro y una expresión entre cansada y alerta. Parecía casi de película: pelo desordenado, barba de un par de días, y una sonrisa traviesa que me lanzó al subir al coche. “Espero no haber hecho esperar mucho a mi conductora favorita,” dijo, como si ya nos conociéramos de siempre. Me reí, aunque no dejé de notar el nerviosismo en su mirada.

Mientras arrancaba, él se acomodó y empezó a hablar de forma despreocupada, pero había algo raro. Me comentó que iba de viaje por trabajo, aunque sus respuestas eran ambiguas, y desviaba la mirada cada vez que hacía alguna pregunta personal. Entre risas, intenté sonsacarle algo. “¿Huyendo de un romance?” le dije en broma, esperando que se relajara. A lo que él, con una sonrisa pícara, contestó: “Quizá, pero quién sabe… tal vez ya encontré uno en este viaje.”

La conversación se fue calentando con indirectas y frases que dejaban mucho espacio para la imaginación. Yo le lanzaba alguna broma, él la devolvía con miradas intensas. Había una tensión en el aire que nos hacía reír nerviosos. Paramos en una gasolinera y, cuando él salió del coche, noté que revisaba alrededor, como si temiera ser reconocido. Fue imposible no preguntarle al respecto cuando volvió.

“Digamos que una expareja no entiende bien la palabra ‘ex’,” me dijo finalmente, con una mezcla de seriedad y diversión. “Pensé que un viaje con buena compañía me ayudaría a despejarme.” Aquello encendió mi curiosidad y, al mismo tiempo, una chispa de algo más. Al retomar la carretera, la distancia entre él y yo parecía menor, y las miradas se volvieron más largas, las sonrisas más lentas. Era como si el coche fuera su propio mundo, solo para nosotros.

Con el destino cerca, la carretera se hizo silenciosa y pesada. Sabía que no quería que se terminara, y su mirada me lo confirmaba. Justo al aparcar, Samuel me tomó la mano y dijo en un susurro: “Si no te importa dar una vuelta antes de dejarme… aún queda algo de qué hablar.” Sin pensarlo dos veces, volví a arrancar.

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