Queda atrás otro kilómetro. La carretera se intuye a medida que las luces lo permiten. Ella mira afuera. De su lado, la oscuridad es un muro con rendijas por las que traslucen algunas frías y lejanas luces.
Cuán rápida y qué tan susceptible puede ser la noche a los cambios. Hace un rato sonaba «How deep is your love», ahora ya no. Ronronea el motor y las notificaciones llegan y llegan. Nadie se mueve de su sitio. Solo las miradas. El cosquilleo en el estómago comienza a ser un mal presagio.
Un murmullo proviene desde los asientos traseros. El escrutinio de dos extraños demanda más que el prevaleciente silencio.
El conductor había encendido la calefacción hacía un rato aunque el ambiente no se había hecho menos frío.
Ella se había girado para mirarle y ya ha vuelto la cabeza al frente. Él, en cambio, se revuelve en su asiento con movimientos toscos y algo erráticos. Pelea por sacudirse la incomodidad. Ella achica los ojos. Algo le impide reconocerlo del todo. Pretende decirle pero ignorar parece mejor alternativa a la falta de respuesta así que opta por ello.
Tres paradas atrás no lo habría considerado divertido. Apenas conocía el nombre de quienes, ahora, se retraían en sus sitios y en sus propios cuerpos con la premisa de llegar a casa cuanto antes. Pero los viajes por carretera languidecen las almas y prolongan el tiempo. Así que presta especial atención al télefono del piloto. Las notificaciones no dejan de llegar. El ambiente es tan espeso que se toca.
Ella se impacienta y se le descoloca un poco la mandíbula. Otra notificación. Quizás se haya acelerado un segundo más el tiempo. El silencio no puede no puede sostenerse mucho más y las fuerzas que prometen impactarles no los dejarán inamovibles.
Él maniobra para tomar el télefono, ella es más rápida y cuando la sorpresa surca su rostro, tantea la opción de lanzarse y dejarnos a nuestra suerte, pero no se atreve. Ella no subscribe la situación, atenida al sitio. Siento lástima de que tengan tan claro sus límites.
Parada!- se alivia el aire al abrir la puerta.
Pienso que me regocijaré luego por mediar la paz, por ser más que un espectador pero me sobreviene esta especie de hambre existencial que diluye las líneas morales cuando el auto se aleja.
-*compartimos algo más que un coche*- recibido -Se aproxima un nuevo auto.
Sonrío.
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