¡Y este viaje va a durar dos horas! – pensaba conductor mientras escuchaba a Celia hablar sobre las bondades de Dios, una joven de falda de tubo y la camisa abotonada en todos los ojales posibles. Mientras miraba por el retrovisor a Elías, un hippie repantingado que viajaba con un flautín y que cada vez que la novicia (o eso pensaba que era), hablaba algo sobre el divino hacia sonar con mofa.
Conductor viendo que aquello podía ser insoportable decidió poner música, pero lo que sonó era la música de su hijo mayor, ¡Black Metal papa! Decía. Aquello atronó en los estéreos del coche, Celia agarro su pecho buscando algo, un crucifijo quizá, Elías hizo sonar su flautín sin conseguir que se oyera, ¡Esto es libertad, hermana! ¡La música libera el alma!
Del alma solo puede hablar Dios- decía Celia, mientras veía hacia atrás donde Elías era todo él un movimiento provocador. Celia se ruborizo y cambió la mirada de las eléctricas piernas hacia la bonita sonrisa del hippie.
Conductor cambió de lista y sonó apaciblemente «Losing My Religion» de R.E.M., – ¡un clásico donde la paz se impone, querida compañera de viaje! – dijo Elías con tono sugestivo a la vez que persuasivo, – tema muy profundo, Celita, habla de la angustia emocional. Aunque parece que habla de religión, en realidad, trata sobre la lucha interna, de una relación no correspondida, está como tú Celita inseguro y atrapado entre sus deseos y la realidad- dijo mientras le agarraba el hombro levemente. Conductor sintió la electricidad que en ese instante soltó la chica.
Después de un rato de sosiego, aunque sabía que no iba a durar mucho tiempo se aproxima a donde tendría que recoger a Juana, una señora mayor, acérrima ecologista, de buena conversación, con la que ya había viajado.
Celia al ver a la señora, se presta por su condición o por estar más cerca del apuesto hippie, a cambiarse al asiento de atrás. ¡Boom! Pensó conductor -ahora sí que sí, y aún 120 km por delante-.
Sin embargo, cuando Juana dijo estar cansada y se adormiló, todo fueron cuchicheos y tintineantes sonrisas en el asiento de atrás, hasta el destino de Elías que era el primero en bajar y no el único, para sorpresa de conductor, que vio como la feliz pareja se alejaba por la avenida.
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