Sigamos tomando café.

Sigamos tomando café.

Milán

26/10/2024

En una noche lluviosa en Madrid, Javier, un chico que a veces utilizaba la app de BlaBlaCar, esperaba su siguiente cliente. Con el sonido de la lluvia golpeando el techo del coche, revisaba su móvil cuando recibió una solicitud de viaje.

Condujo hasta la dirección indicada, y cuando su cliente abrió la puerta, el corazón de Javier dio un vuelco. Era María, su amor de la juventud. Hacía años que no se veían, desde aquel doloroso día en que decidieron tomar caminos separados. María se subió al coche sin mirar bien al conductor, ocupada con su paraguas empapado.

“¿A dónde te llevo?” preguntó Javier con voz temblorosa.

“Al aeropuerto, por favor,” respondió María, sin levantar la vista.

Javier empezó a conducir, y el silencio entre ellos era palpable. Finalmente, María levantó la vista y su mirada se encontró con la de Javier en el espejo retrovisor. La sorpresa y la confusión se dibujaron en su rostro.

“Javier…” dijo, con una mezcla de asombro y nostalgia.

“Sí, soy yo,” respondió él. “Cuánto tiempo, no?»

Mientras avanzaban por las calles de la ciudad, comenzaron a recordar sus años juntos y cómo el destino los había separado. Las historias y las risas llenaron el coche, como si el tiempo no hubiera pasado.

“¿Recuerdas aquel café donde solíamos ir?” preguntó María, con una sonrisa.

“Claro, ¿te apetece ir allí ahora?” sugirió Javier.

María asintió, y cambiaron de rumbo hacia aquel viejo café. Al llegar, se sentaron en su mesa favorita, junto a la ventana, donde podían ver la lluvia caer. La camarera, reconociéndolos, les sonrió y les trajo dos capuchinos.

Hablaron durante horas, redescubriendo el cariño y la conexión que siempre habían tenido. Las paredes del café parecían envolverlos en un abrazo nostálgico.

“La verdad es que te extrañé…” confesó María, con los ojos brillantes, mientras jugaba con la cucharilla en su taza.

“Yo también te extrañé, María. Quizás esta vez podamos hacerlo bien,” respondió Javier, tomando su mano. Sentía su calidez, y era como volver a casa después de un largo viaje.

Aquella noche, mientras la lluvia seguía cayendo afuera, se dieron cuenta de que, a pesar del tiempo, su amor había sobrevivido. Salieron del café, caminando juntos bajo un mismo paraguas. Cada gota de lluvia parecía un símbolo de renovación, lavando el pasado y abriendo paso a un futuro de muchos cafés juntos.

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