Iba a ser una de tantas vueltas a casa por Navidad, pero la subida del precio de la gasolina nos hizo tirar de BlaBlaCar. Íbamos completos, incluyéndonos a nosotros dos y a nuestro perro Tolomeo (Tolo, para los amigos). Tolo siempre ha sido muy fan del coche y, pese a su nada casual nombre, ha aguantado como un campeón cualquier ruta, convirtiéndose en la principal atracción para los pasajeros por su buena disposición a dar la patita. Pero ese día resultó tener otros planes.

La primera en aparecer fue Ágata, una chica de veintipocos con una maleta digna de viaje transoceánico. Su fuerza y capacidad para la multitarea quedaron patentes cuando, sin despeinarse, subió con una mano semejante mamotreto al maletero sin dejar de hacer scroll en su iPhone con uñas que dejaban por comedida a la mismísima Rosalía. La pareja de turistas llegó poco después. También revisaban su móvil, pero en su caso para asegurarse de estar en el lugar indicado. Sonrieron con gran alivio a nuestra mano alzada y partimos.

Tocaba romper el hielo. Ágata se había puesto los auriculares a la vez que el cinturón, así que no nos quedó otra que entablar nosotros charla con los guiris, un matrimonio mayor de Estados Unidos. Todo iba bien hasta que Tolo empezó a revolverse bajo el asiento. Nos extrañó su insistencia en gemir, como expresando alguna necesidad que no alcanzábamos a adivinar. ¿Tendrá pipí? ¿Querrá ir atrás? Tal fue la sucesión de lloros y aullidos que decidimos parar en la gasolinera más próxima y estirar todos las piernas. Bueno, todos menos Ágata, que siguió mascando chicle y mirando TikTok.

Tolo salió del coche como una exhalación, parecía tener una misión de vida o muerte. Rodeó el vehículo y se quedó a las puertas de nuestro maletero, olisqueando y gimiendo con intensidad creciente. Todos nos miramos desconcertados. Bueno, todos menos Ágata…Abrimos el portón, esperando que así el perro se calmara. Sin embargo, Tolo se subió de un salto a la maleta de Ágata y comenzó a ladrar mirándonos fijamente. Por fin, la chica salió de su ensimismamiento: —Ah, ¿es mi maleta? —dijo, divertida—. Normal, mira lo que llevo.

Ágata se bajó del coche. Su maleta se abrió de golpe en cuanto tiró un poco: Estaba hasta los topes de embutidos. Tuvimos que confirmar a los guiris que, efectivamente, algunas cosas son typical spanish y nunca cambian.

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