Y las circunstancias me llevaron a descargarme esa aplicación de la que tanto había oído hablar en boca de los más jovenes del trabajo. (Playstore….Blablacar…¡ya esta!). Aún no estaba segura al cien por cien, pero la verdad es que no tenía ni ánimo, ni cuerpo para conducir. Mi padre había empeorado y debía viajar con urgencia.
Una vez descargada la aplicación empiezo a ojear, y no tardo mucho en «dar con la tecla», como dicen en mi tierra.
¡Bien, justo un blablacar para esa misma madrugada. Así llegaría bien temprano para poder ver a mi padre y estar con los míos.
Se trata de un chico que viaja con su familia. ¡Justo lo que buscaba! Es mi primera vez, y no es lo mismo viajar sola que con una familia. Solicito la reserva y en nada me acepta. ¡No podía ser más fácil!.
Las cinco de la mañana y suena el despertador. Me preparo, cojo un bolso con algo de ropa y me dirijo al punto de encuentro que habíamos establecido José y yo.
No esperé mucho. De repente apareció justo a mi lado una furgoneta blanca sin ventanillas y algo gastada. Conducía un chico con pelo largo algo desaliñado. No me parecía que fuera José, al menos no se parecía al chico de la foto. De repente, no se que me pasó y empecé a divagar….
El chico me miraba a la espera de que fuera yo quien me acercara, pero un temblor frío a la vez que siniestro se adueñó de mí. Veía como si de una película de terror se tratara la imagen de dos hombres que salían de la parte trasera de la furgoneta y me llevaban adentro tapándome la boca y atándome de pies y manos. Veía sus caras ansiosas de deseo y de que algo aterrador me iba a suceder. Percibía incluso una vez dentro el suelo frío del metal oxidado contra mi cuerpo….
De pronto, la puerta lateral se abre y salen dos pequeños y una chica joven de cabello negro que me dice: -Hola, ¿eres María verdad?. Seguidamente, José sale también y después de presentarse me dice: -Vienes delante conmigo. ¡bienvenida!.
Fue así como recuperé mi cordura y volví a la realidad. Mi primer viaje y todo fue genial, tanto así que han pasado ocho años y sigo viviendo experiencias inéditas y dejando fluir mi imaginación locuaz.
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