Semana muy dura para trabajar en la cafetería de la universidad. La única conversación que escuchaba desde el lunes era: tía, ¿Qué fuerte lo de la Oreja de Van Gogh y sus cantantes, ¿no?
Intentaba trabajar lo más rápido posible para que esa gente desapareciese, pero daba igual, la conversación continuaba en las siguientes personas que se acercaban a la barra. No podía soportarlo más. El fin de semana huiría.
Pensando en pueblos cercanos a Valencia, encontré un viaje a Vilafranca que salía el viernes y regresaba el domingo a la ciudad. Nunca había estado allí, pero el nombre me era familiar. Confié en mi instinto y reservé. Esa pequeña acción me dio la fuerza para aguantar en el trabajo el resto de la semana.
Después de los saludos de rigor y asegurarnos de que realmente éramos las personas que habíamos hablado por la aplicación, entré y me senté detrás del conductor. Me imaginaba viajando hacia la libertad.
Me gustaba conversar, pero ese día no tenía ganas y preferí centrarme en mis pensamientos. Me coloqué los auriculares y sólo hablé para emitir un pequeño hola hacia la persona que acababa de subir, sin casi mirarle a la cara.
Tras un rato de viaje tuve la sensación de ser observada y, al levantar la cabeza, vi unos ojos que me miraban a través del retrovisor. Me quité los auriculares y escuché como el conductor me decía: siempre me han provocado mucha risa los apellidos con nombre de animales como el tuyo, Cristina Conejos.
Casi como un resorte, mi acompañante se giró y me preguntó ojiplático:
- ¿Cristina Conejos López? Yo soy Ramiro Martínez Gil.
- Wow, fue el único sonido que fui capaz de emitir. Mi cerebro procesaba y mis ojos se esforzaban tratando de reconocer en ese hombre, al niño bajito y delgado con el que fui al colegio de los 6 a los 13 años.
- ¿Llegas hasta Vilafranca? ¿No me digas que te has enterado del evento? En mi pueblo siempre hemos sido muy fans y vamos a iniciar una petición y grabarnos para pedirle al grupo que vuelva la cantante original. Seguro que te apetece sumarte. Por tu cara, adivino que también la prefieres a ella.
Pedí que parasen en la siguiente gasolinera. Cogí mi mochila y desde el baño le escribí un mensaje al conductor: continuar sin mí.
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