No sé decir que no…Y mira que me juré que no iba a recoger en pueblos.
Primero fue Antonio, un estellés de pura cepa. Me lo pidió con tanta insistencia que no me pude negar. Creo que ni yo ni nadie podría. Su coche estaba averiado y llevaba una muda limpia para su mujer que había dado a luz en Pamplona el día anterior, ¿os hubieseis negado?
La segunda fue Melissa, me pilló en un día tonto y acepté la reserva sin pensar. Menos mal que su casa está a la entrada de Puente la Reina, sólo perdí unos diez minutos y ella ganó algo inesperado, el amor. Esa mañana yo llevaba a mi pasajero habitual de los martes, Andrés, un estudiante de último año de ingeniería, gran conversador y 32 excelentes en BlaBlaCar. Los dejé a los dos delante de la UPNA (universidad pública de Navarra) y, desde entonces, todos los martes Andrés me informa puntual de los avances de su relación. Exijo una casilla de valoración extra para estos casos.
Finalmente llegó la solicitud de Marcelo, argentino afincado en Estella, era viernes después de una semana larga de trabajo. Sus narraciones eran tan apasionantes que no podían quedarse en un trayecto de treinta minutos, acabamos en la calle Laurel de Logroño tomando unos vinos con su fiancé, como él decía. Después de muchos viernes repitiendo mi parada en Estella, hoy me encuentro preparando mi mejor traje para la boda de Marcelo.
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