Cuatro horas y otra vida

Cuatro horas y otra vida

iremm794

29/10/2024

Miraba las gotas de lluvia que caían en el cristal. Me perdía en su recorrido, como si cada una de ellas librara una carrera contra el viento, uniendo su existencia fugaz al fusionarse en una única gota que tomaba el relevo. Observé el asiento del conductor, vacío. Las llaves aún colgaban, adornadas con un llavero de cerezas balanceándose. Podría arrancar el motor y robar el coche. Sería fácil. Sería emocionante y quizá mi vida dejaría de ser la de una víctima, sustituyéndola por la de una fugitiva. Pero, justo entonces, ella volvió de la gasolinera cargada de regalices.

– Los he comprado rojos y negros porque no sé cuáles prefieres. Venga, que solo nos quedan cuatro horas de viaje; así al menos endulzamos el concierto que estábamos dando. Es genial que coincidamos en tantas canciones.

Escogí uno de los regalices negros. Mientras lo mordía recapacité. No podía robarle. Ya me caía bien. Además, su coche estaba cuidado con mimo: la limpieza de las alfombrillas me hacía no querer pisarlas y el olor a un ambientador de canela convertía el habitáculo en una acogedora cafetería con ruedas.

Nunca esperé, al escapar de aquel antro, que encontraría a una desconocida que me calmara tanto. ¿Podría una app de compartir viajes en coche crear amigas tan necesarias en un momento tan crucial?

Era la primera vez que me había atrevido a usar esa aplicación. Sin dinero, sin trabajo y sin un solo billete de autobús, fue la única opción que se me ocurrió para aprovechar el 5% de batería que aún tenía en el móvil. Miré a mi conductora. Aunque tuviera una apariencia confiable y edad parecida a la mía, podría secuestrarme. Pero… ¿me importaba correr ese riesgo después de lo que había vivido? Además, ella no había preguntado nada acerca de las heridas de mi cara. Simplemente, me había ofrecido su cable para cargar la batería del móvil.

Ella encendió el motor y me dijo que casi podía sentir el mar en la cara. Puse la canción de The Ballad of Lucy Jordan y le pregunté:

– Entonces… ¿Tú a quién te eliges? ¿A Thelma o a Louise?

– Solo si sustituimos el precipicio por el chiringuito dentro de cuatro horas.

La lluvia arreciaba. Yo por fin sonreía. Además de esas cuatro horas, parecía que también nos quedaba algo de playa en el alma.

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