Viajábamos las tres amigas en BlaBlaCar rumbo a Granada. El conductor era Juan, un simpático asturiano al que conocimos en Gijón.
—A cien metros, gire a la derecha para incorporarse al ramal —indicó la voz del GPS.
—¿Qué ramal? —preguntó Juan, frunciendo el ceño.
—Sal de la rotonda en la tercera salida.
—¿Qué rotonda? —dijo María, mirando a su alrededor, confusa.
—Dentro de dos kilómetros, toma la salida N-630 en dirección a Sevilla —añadió el GPS.
—Juan, esto no tiene sentido —aseguró María, inquieta—. Nos manda hacia Sevilla, pero vamos a Granada.
—Debe ser un desvío temporal —respondió Juan, encogiéndose de hombros—. A veces el GPS te saca de la ruta por obras. Tranquilas.
Nos relajamos y seguimos charlando para pasar el tiempo.
—¡Chicas, escuchad lo que me acaba de llegar por WhatsApp! —leyó con tono dramático—: «Hola, ¿quieres que nos conozcamos? ¿Estás libre para charlar?»
—Mándale a la mierda —soltó Ana, riendo.
—No, no. Responde, puede ser divertido —dije, aguantando la risa—. Pregúntale qué tal la tiene.
Juan intervino desde el asiento del conductor, sin despegar los ojos de la carretera:
—Escuchad esto —y nos reprodujo el mensaje:
«Buenas tardes, mi bandido favorito. Tenemos vídeos tuyos desnudo haciéndote la paja. Si no quieres que se los mandemos a tu familia, amigos o colegas, envíame 650 euros a mi cuenta de bitcoin. Si no, tu cara estará en internet para siempre.»
—¿Te grabaste haciéndote la paja? —le pregunté, incrédula.
—¡Claro que no! —contestó Juan entre risas—. Siempre me aseguro de que la cámara esté apagada.
El trayecto continuó entre bromas y, poco a poco, nos fuimos quedando dormidas. Hasta que la voz del GPS nos despertó:
—Ha llegado a su destino.
—¡Por fin! —exclamó María, desperezándose—. ¿Ya estamos en Granada?
Juan miró a su alrededor, algo nervioso, y soltó con una risa incómoda:
—Bueno… no exactamente.
Soñolientas, miramos por la ventana. El panel de la carretera no dejó lugar a dudas: «Sevilla».
—¿¡Sevilla!? —grité, incrédula—. ¡Juan, íbamos a Granada!
—No os preocupéis. Seguro que la ruta nos llevará en algún momento —intentó excusarse Juan.
—¡Pero Sevilla está a más de 200 kilómetros de Granada! —exclamó Ana, visiblemente irritada.
—Bueno, ya que estamos… ¿Os apetece un cafecito en la Giralda antes de seguir? —sugirió Juan, intentando suavizar el desastre.
Nos miramos entre nosotras, cansadas pero divertidas. Aquel viaje no iba a ser como lo habíamos planeado. Pero, ¿alguno lo es realmente?
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