Los estaba esperando en la puerta de casa

Los estaba esperando en la puerta de casa

Los estaba esperando en la puerta de casa. Iban cargados de trastos así que los ayudé como pude a llenar el maletero y prácticamente sin mediar palabra, iniciamos la ruta.

Enseguida Ana empezó a hablar sin descanso desde la parte de atrás, mientras Miguel a su lado se revolvía en el asiento intentando también llamar la atención. No cabía duda de que iba a ser un viaje entretenido. Al poco tiempo, la conversación se centró en otros viajes similares que habíamos realizado: a conciertos, fiestas de pueblo, visitas a familiares, siempre acordándonos de la gente interesante que conocimos en todos ellos.

Carmen, a mi lado de copiloto, parecía una experta controlando la situación. Me ayudaba con las indicaciones de la carretera, manejaba el volumen de la radio y capeaba a la perfección el temporal que venía desde los asientos de atrás. Además de todo eso, entre cada ronda que hacía para repartir cuidadosamente su bolsa de cacahuetes, tenía tiempo de dedicarme alguna que otra sonrisa cómplice.

Los kilómetros pasaban y Miguel, después de tanto ajetreo y las curvas del camino, solicitaba parar en la gasolinera más cercana para asentar el estómago. Tras una visita al baño y un par de pinchos de tortilla resecos seguimos la marcha hacia nuestro destino.

Por arte de magia, el coche quedó en silencio por unos minutos. Según se atisbaba por el retrovisor del coche, el momento de la siesta había llegado. Aproveché para seguir hablando con Carmen delicadamente para no despertar al resto de viajeros. Una cosa llevó a la otra, y me animé a invitarla a cenar una vez llegáramos a nuestro destino. Aceptó con un brillo en su mirada, mientras yo pensaba que era uno de los mejores viajes que había hecho jamás.

Sentí que las cuatro horas de viaje habían volado. Cuando ya estábamos por finalizar nuestro trayecto desperté al resto de pasajeros para que se prepararan. Les recomendé que se bajaran en cuanto el semáforo se pusiera en rojo para coger las maletas, ya que yo no tendría tiempo de bajarme y ayudarles. Carmen me agradeció por el ameno viaje y por el esfuerzo de dejarles tan cerca del portal.

Cómo no iba a hacerlo, eran mi familia.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS