Abro los ojos y miro la hora del reloj. ¡Son las 10! Había puesto la alarma para levantarme con la calma, desayunar y sacar a la Lola en el parque  pero claro, ayer las cervecitas en Lavapiés se alargaron y he apagado las diecisiete alarmas sin darme cuenta.

Doy una vuelta a Lola por el barrio para que haga sus cosillas y me monto en la furgoneta. Me doy cuenta de que se me ha olvidado (otra vez) limpiar la furgoneta y que hay pelos por todos los asientos de atrás. El que tiene perro, lo sabe. Se clavan como alfileres por todo el coche. A mí ya me da igual pero claro, hoy llevo BlaBlaCar. Nada, no me da tiempo. Sacudo un poco, le pongo el cinturón a la Lolita y nos vamos.

Cuando recojo a los pasajeros me excuso por si el coche no está muy limpio, pero son majetes y saludan a Lola con amor.

Pongo un poquito de música, y nos encaminamos rumbo a Málaga. Son 6 horitas de viaje por lo que hay que crear un poco de vínculo. Clara y Pedro son majísimos. Los dos son amantes de los animales. Hablamos largo y tendido acerca de las mascotas de cada uno y cómo se les quiere estos bichejos.

-Pero ¡qué calladita es esta perra! No ha dicho nada en todo el viaje- dice Clara.

-Sí, mi Lolita es maravillosa- presumo yo.

Después de dos horas de viaje, disfrutamos de un poco de silencio (que a veces se agradece aunque la compañía sea maravillosa). Justo en ese momento, mientras se escuchaba de fondo la canción «Chiquitita» de ABBA, ocurre. Un olor intenso y cálido empieza a apoderarse del coche. Cuando hueles algo así- a todos nos ha ocurrido- no sabes hacia dónde mirar o qué hacer.

Incómodos, empezaron a mirarse para encontrar el origen de aquella fragancia. Sin embargo, yo lo sabía. Era familiar para mí. Esa corriente cálida y densa era parte de mi día a día.

-Perdonad chicos- dije avergonzada-. Ha sido Lola. 

De repente, todos empezamos a reír a carcajadas. Yo me reía con ellos, con la cara roja como un tomate, muy avergonzada, abriendo las ventanillas.

-Ay que ver, Lolita- dijo Pedro-. Calladita pero matona.

El resto del viaje continuó sin más escapes y con muchas risas y conversaciones vitamina.

PD: Gracias a todos los conductores que permitís que viajen animales en vuestros vehículos, aunque a veces regalen estos momentos.

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