Aquel viernes, Marina reservó su BlaBlaCar de Madrid a Sevilla sin mucha expectativa. Era uno de esos días en los que todo parecía monótono, y la idea de pasar seis horas en carretera no prometía más que una oportunidad para desconectar. Cuando llegó al punto de encuentro y vio al conductor, un chico llamado David con una sonrisa cálida, algo en su interior la hizo sentir que aquel viaje podría ser diferente.
El coche estaba cómodo, con música de fondo que acompañaba el ambiente relajado. Al principio, hablaron de lo típico: el tráfico, el clima, y las anécdotas triviales de la vida. Sin embargo, pronto la charla se fue profundizando. Descubrieron que ambos compartían el gusto por la música, los viajes improvisados y la pasión por el mar.
David hablaba con entusiasmo de sus veranos en la costa de Cádiz, mientras Marina describía sus escapadas solitarias a las playas escondidas de Asturias. “¿Y si hacemos una ruta por el sur algún día?”, propuso David, medio en broma, medio en serio; en referencia a esos viajes improvisados que les apasionaban. Marina sonrió, pensando que era una idea divertida, aunque imposible. Después de todo, eran dos extraños en un coche compartido, ¿Qué posibilidades había de que ese plan se concretara?
El viaje transcurrió entre risas y silencios cómodos. A medida que Sevilla se acercaba, el sol comenzó a ocultarse, pintando el cielo con tonos dorados y naranjas. “Mira eso”, dijo David, señalando el horizonte. “Parece que la ciudad nos está dando la bienvenida”. Marina asintió, disfrutando del momento. Había algo mágico en aquel viaje; una sensación de conexión que ninguno de los dos se atrevía a poner en palabras.
Cuando finalmente llegaron a Sevilla, se despidieron con un abrazo torpe y un “que te vaya bien” que sonó más definitivo de lo que ambos querían admitir. Sin embargo, días después, un mensaje casual en redes sociales reavivó la conversación que habían dejado pendiente.
Cinco años más tarde, bajo el mismo cielo andaluz que los había acompañado en aquel primer trayecto, David y Marina se miraban a los ojos, rodeados de amigos y familiares. Ese viaje, que comenzó como una casualidad, los había llevado a una vida compartida. “¿Te imaginas si nunca hubiera reservado ese BlaBlaCar? ¿O me hubiera ido con otra persona?” Decía Marina en sus votos matrimoniales, antes de decir «SI, QUIERO», sellando la historia que con BlaBlaCar había comenzado.
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