EL GPS REBELDE
Era un típico jueves por la mañana, y yo, armada con mi maleta pequeña y una sonrisa de viajera habitual, me subí al coche compartido. Al volante estaba Carlos, un chico simpático que me recibió con un “Este coche va a ser el más divertido en el que hayas viajado”. Sonreí, sin sospechar lo que estaba por venir.
En los asientos traseros estaban Marta y Javi, una pareja que discutía sobre quién había olvidado cargar el móvil. Susurros tensos de “Te lo dije” y “Siempre es lo mismo” flotaban en el aire. Yo, como buena pasajera tranquila, me limité a mirar por la ventana, confiando en que el GPS y Carlos nos guiarían sin problemas. Gran equivocación.
“No te preocupes, sé de atajos”, dijo Carlos, y pulsó un botón en su GPS. Hasta aquí, todo bien. Pero minutos después, cuando la pantalla indicaba que debíamos girar, entramos en un camino de tierra que claramente no era una carretera. El paisaje cambió drásticamente: donde esperaba ver un pueblo, aparecieron ovejas, muchas ovejas. El GPS, con su voz calmada, dijo: “Ha llegado a su destino”.
“¿Destino? ¿A dónde hemos llegado, a un zoológico?”, pregunté, intentando contener la risa. Carlos se rascó la cabeza mientras Javi ya sacaba el móvil para inmortalizar el momento. Marta, que parecía haberse olvidado del cargador, estaba fascinada grabando a las ovejas. “¡Mira, tienen cara de influencers!”, bromeó.
Decidimos pedir ayuda a un pastor que, casualmente, pastoreaba por ahí. Con una mezcla de gestos y palabras que sonaban a un dialecto propio del lugar, nos indicó cómo salir del lío. Y así, tras un desvío inesperado y unos cuantos “recalculando”, conseguimos volver a la carretera. “No sabía que BlaBlaCar incluía un safari campestre”, dije entre carcajadas.
Al llegar a nuestro verdadero destino, algo más tarde de lo previsto, Carlos se giró con una sonrisa triunfal y dijo: “Os lo dije, ¡el viaje más divertido!”. Y tenía razón. Ahora, cada vez que uso BlaBlaCar, no puedo evitar recordar que, a veces, los mejores destinos no están en el mapa… ni en el GPS.
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