Debo admitir que son contados los viajes en los que voy despierto la mayor parte del tiempo. Mi familia y amigos me dicen que suelo confiar mucho en la gente que me rodea, razón quizás por la que me quedo dormido tan a menudo. Pero ese día (a pesar de haber visitado el mundo onírico durante unos minutos), no pude echar ojo alguno.
Saliendo de Algeciras, me encontraba sentado en un coche minúsculo, con un grupo de personas bastante amables, pero estábamos preocupados por el temporal que arreciaba en el sur de la península en el momento. Recuerdo que hasta estuvo a punto de cancelarse el viaje, pero debido a que la tormenta amainó un rato, decidimos arriesgarnos a salir.
Como la mínima expresión de un coche que era, poco después de salir empezó a tambalearse, no sólo por el peso de 4 personas y muchas maletas, sino que también por un viento incesante digno de un huracán, que si se combinaba con la lluvia y los truenos, daba una imagen asoladora de que el viaje iba a ser movidito.
No sé cuáles serían las posibilidades, pero entramos por el tunel de Valdeinfierno (sí, no es broma, se llama así) y justo se apagaron las luces. En cuanto volvimos a salir, a una velocidad moderada al reciente apagón, volvió a encenderse. No creo en los espíritus ni nada, pero fue un inicio raro.
Después de dormir unos minutos, un trueno que bramó en la oscuridad me despertó. Nos habíamos quedado atrapados en un atasco enorme, en plena oscuridad camino de Sevilla. Nuestro coche, a pesar de llevar hasta el freno puesto, se tambaleaba cual vagón de montaña rusa, y algunos de nosotros nos temíamos lo peor cuando vimos que hasta los pinos más arraigados habían sido tumbados por la tempestad. Asustados en una espera interminable, nos dimos cuenta de que al fondo, en medio de la penumbra, nos encontrábamos ante un pueblo completamente a oscuras. Siento defraudar a los lectores que buscaban que nos adentráramos en terreno desconocido, pero las neuronas de 4 jóvenes acongojados no nos daban esa valentía, así que continuamos nuestro camino a Sevilla.
El viaje tardó el doble de lo previsto, pero llegamos sanos y salvos a Sevilla, aún con llovizna. Quizás fue más el espectáculo de lo que pudiera pasar que un problema en sí, pero el miedo une a las personas, queramos o no.
OPINIONES Y COMENTARIOS