Era un lugar y un verano del cual no quisiera acordarme, allí sentada en una plaza de un pequeño pueblo, el sol parecía estar allí para terminar de quemar el poco ánimo que me quedaba.
Me vine hasta aquí para hablar con él, tenía una tonta esperanza de que podríamos solucionarlo, pero también era mentira, no estaba en el pueblo, ni siquiera le conocían. Por supuesto yo tampoco conocía a nadie. Todos me miraban extraño, y las pintas que tenía. ¡qué vergüenza!.
En ese momento sólo quería volver a casa, encerrarme en mi habitación. ¡Qué miedo me da estar sola aquí!. Por si faltaba algo, ya ha pasado el último bus, no sé qué hacer para volver a casa, tal vez en un BlaBlaCar. “Debes ser realista Itziar”, me dije a mí misma, “¿Quién va a pasar por este pueblo olvidado de Dios?”.
Aún así comencé a buscar. No sé si casualidad, coincidencia o destino, pero alguien iba a Bilbao y le escribí si podía desviarse y pasar por mi. Con mucha amabilidad me respondió que sí. Esta amabilidad me pareció sospechosa, pero no tenía más opción que esperarle. Probablemente no esté acostumbrada a que sean amables conmigo.
Después de unos noventa minutos vi acercarse un coche, el único que pasó mientras que estuve allí sentada. En ese momento fue como un caballero andante en su corcel de acero y cuatro ruedas. Cuando quise subir al coche me encuentro con una silla de ruedas en el puesto del copiloto, pues mi caballero andante tenía otras cuatro ruedas más.
¿Será que puede conducir bien?. Me dio algo de nervios pero no tenía más opción. Saludo y me siento atrás con la intención de permanecer callada, pero otra vez él y su amabilidad. Comienza a contarme sus cosas, que un cáncer en la columna lo dejó en esa condición, cómo superó un divorcio, cómo huyó de la situación en Venezuela y se vino solo a España, cómo se ha tenido que buscar la vida aquí para salir adelante, “y sin ninguna ayuda del gobierno” me aclaraba.
Lo que más me impactaba fue como contaba sus ruinas con una sonrisa, con esa amabilidad que ahora sentía genuina. Al llegar, me despido pero me quedo con la sensación de que más que las situaciones que te ocurran, lo importante es cómo las afrontas. ¿Qué será de la vida de mi caballero andante?
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