Los Gatos no tocan el Violonchelo

Los Gatos no tocan el Violonchelo

Hollen

16/10/2024

César no es experto al volante, aunque en BlaBlaCar pone conductor SuperDriver, donde pasa demasiadas horas de coche con citas postizas. Le cuenta a su nueva compañera de viaje que trabaja como profesor de psicopatología en la USAL. Vino a Santiago a dar una ponencia.

—Qué interesante —acota Rous—. Lo mío es más prosaico. Quedé con un tío por Tinder.

Llegó de Argentina el año pasado, con una beca Erasmus para el máster en Inteligencia Artificial. Manifiesta su alegría porque en unos meses vendrá su madre, a verlas a ella y a una antigua amiga de la infancia. Hacía años desde su última relación, aquello era un pasatiempo más, donde encontraba todo lo contrario a su profesión: mucho de Artificial y poca Inteligencia. Muestran una foto de un dios nórdico y luego se presenta un pionono… a veces, con sorpresa. «Nunca es tarde si la “picha” es buena», solía pensar. Lo intentaba, buscaba poder sostener junto a alguien esa mirada que desnuda el alma en silencio. Eso no se suple con buen sexo.

—¿Te haces cinco horas de coche para echar un polvo?

—Echamos tres —presume ella—, antes de los cuarenta nos sobra mucha energía. Realmente vine por la catedral. O eso quiero pensar.

Aunque no coincidían en nada, la charla, entre sexo, objetivos de investigación y series por streaming se prolongó varias horas con inusitada fluidez. Confesó que estaba casado y que llevaba años queriendo dejarlo… «Cuando mi hijo se vaya a la universidad», se decía, pero ya cursaba tercero de Derecho. El trabajo, los viajes y la desmotivación mantenían su casi nula convivencia.

Atravesando Montamarta, casi como un tema más, pasaron a debatir al asiento de atrás, en una zona apartada. Con jocosa predestinación, el chiste de Montarous se le ocurrió a ella tras acabar la agitada «charla».

Antes de reanudar el viaje, Rous posó tiernamente su mano sobre la mejilla todavía enrojecida de César. Se contemplaron en silencio. Solo se oía la carretera.

—Volverás a tus clases… terminaré mi TFM —susurró ella—… quizás no volvamos a vernos.

—¿Por qué dices eso? —pregunta desconcertado.

—No eres mi tipo.

—¿Muy intenso?

—No. Casado.

Meses después… más discusiones conyugales.

—¿Para qué quieres que me quede a cenar? —vociferó a su mujer— Son amigas tuyas. ¡Me voy! Sonó el timbre. Abrió la puerta airado. La sorpresa fue mutua. Se escrutaron, en silencio, reviviendo aquel inolvidable viaje en coche.

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