Durante
mi adolescencia y juventud, soñaba con viajar, era abrir mi ventana
al mundo, cada año me preguntaba hacia donde dirigiría mis pasos,
mis pupilas. cuál sería el próximo destino. Tenía trabajo y algo
de dinero podía ahorrar, buscaba conocer ciudades diferentes, otras
costumbres, salir de mis rutinas, y por qué no, contraer nuevas
amistades.

Tuve
varias salidas esporádicas a la sierra, a otras provincias
andaluzas, entonces, sin permiso de conducir, compartí rutas en los
vehículos utilitarios de mis amigos. Igualmente, fueron bastantes
los recorridos que hice tras hacer autostop, costumbre generalizada a
finales de los años 70 en todo tipo de vehículos, camiones,
motocicletas, coches deportivos, que tuvieron a bien recogerme en los
arcenes de aquellas carreteras.

Uno
de los viajes compartidos que recuerdo, fue haber recorrido toda la
costa peninsular hasta Barcelona. No teníamos previsión de
alojamientos, ni de fechas para llegar. En los alrededores de la
costa gaditana, recogimos a una pareja de jóvenes con bastante
envergadura. Al principio nos resultó difícil comunicarnos, ya que
hablaban inglés, nosotros disponíamos de conocimientos
rudimentarios del idioma, pero llegamos, al menos eso creíamos, a
hilar frases inconexas y escuchar sus palabras, que siempre respondíamos, yes, yes…

Para
mi sorpresa, eran militares norteamericanos que estaban destinados ella en
Alemania  en una base de la OTAN, y él en la base de Rota. Desconocía entonces el significado
de esas instalaciones militares, también supuso una novedad para mí
encontrarme con una mujer militar. Recorrían nuestro país en sus
vacaciones. Compartimos dos o tres jornadas, apiñados en un
utilitario, dada la gran envergadura de la pareja.
Igualmente compartimos algo más en las paradas para comer, descansar
y repostar gasolina. Hicimos escala en Málaga, Alicante y Castellón,
donde dormimos en pequeñas tiendas de campaña, eso sí, rodeado de
otras donde los sonidos fueron más allá de guturales y
escatológicos. Los susurros, gemidos y jadeos se prolongaron buena
parte de la noche hasta que me venció el sueño.

De
mañana, al subir al coche para reanudar el viaje, sus rostros lo
decían todo, éramos jóvenes, eran jóvenes.

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